Los libros de estilo de los distintos periódicos y medios de comunicación suelen hablar de que cuando se sobrepasa la adolescencia se escribe “un hombre “o “una mujer”. Y que se puede hablar de “ancianos” cuando se trata de mayores de 65.
Pero no es la primera vez que un hombre o una mujer de esa edad se indigna cuando lee que “una anciana de 65 años sufrió un accidente…”. Y no se enfada por lo del accidente, sino por el tratamiento de anciana.
Por eso me parecía curioso preguntar eso: ¿Cuándo se es viejo? ¿Qué lo determina?
Sin duda debe ser una apreciación subjetiva. Uno se puede sentir joven con 70 o viejo con 60. Porque de lo que no cabe duda es de que cada uno, por dentro, se sigue viendo como siempre.
La realidad es que nuestras células se van renovando hasta que llega un punto en que se sienten inservibles y se “suicidan”. Es la programación de nuestro organismo. Y eso no ocurre en todos los cuerpos a la vez, sino que depende de muchos factores (alimentación, ejercicio físico, hábitos saludables…y genética).
¿Y por qué se cifra en 65 años? ¿Es una arbitrariedad? ¿Obedece a alguna razón científica? Eso es lo mas curioso.
La primera vez que se planteó una jubilación a los 65 años fue nada menos que en 1916. Y entonces llegar a esa venerable edad era un mérito notable. Fue Alemania el primer país que estableció un plan de jubilación. Y en dos etapas. En 1889 el propio canciller Bismark dijo que a partir de los 70 años se podría cobrar la pensión. Pero tan pocos debían llegar a la edad de disfrutarla, que 17 años después se rebajó a los 65.
Desde entonces se admite administrativamente que a los 65 años uno empieza a ser viejo de manera oficial. Pero no hay ninguna razón que avale esa convención de la burocracia. Solo que había que fijar una edad y le toco al 65 de los alemanes como podía haber sido a los 70.
De lo que no cabe duda es de que la vejez llega cuando hay ausencia de proyecto. Porque la vejez no es cuestión de años; es, sobre todo, cuestión de mirar hacia adelante. La vejez la marca el cerebro, no el calendario.
Aunque la realidad a veces nos de un disgusto. Pero negarse a envejecer es como rebelarse porque anochece. Es tan inútil como inexorable. Y, sin embargo, hay quien mira el paso de los años como algo deprimente. No tiene por qué ser así. En el fondo, todos deberíamos desear llegar a viejos. Sobre todo, como diría Chevalier, si contemplamos la alternativa.
Pues bien, partiendo del hecho inexorable, lo mejor será intentar envejecer lo mejor posible. Y cuando llega esa vejez, saber con qué podemos contar.
Y verlo con la misma naturalidad con que miramos el paso del tiempo. Y recordar siempre que ser viejo es la única manera de vivir muchos años.
La vejez es el destino lógico, normal y tan bello como otro cualquiera. Es irritante pensar que estamos en una sociedad en la que cada vez somos más -y de más edad- pero en donde se han trastocado los valores en favor de la minoría. Se rinde culto a la juventud, que es menos numerosa; y es evidente que hay menos gente bella, hermosa, joven y sana, que gente mayor, con arrugas, con problemas, con achaques… Y nosotros, ancianos, que somos mayoría, admiramos además esa consideración, en vez de rebelarnos contra ella.
El resultado es un tanto dramático. Es la señora o el señor que se niega a la arruga, (que evidentemente no es bella); es el varón que se niega a la muchas veces inevitable redondez de su estómago; es quien está en un sacrificio permanente para que el calendario pase inadvertidamente sobre su cuerpo.
¿Por qué no nos acostumbramos a pensar que envejecer es hermoso?
Se tiene experiencia, se contempla el mundo desde otra perspectiva, se tiene otra idea del tiempo -quizá sea lo más interesante- y las cosas empiezan a tener una gradación distinta.
¿Por qué obedecer la tiranía de las modas?
Los años no pasan en balde. Y si la infancia tiene su ternura y su ingenuidad; si la adolescencia tiene su inconformismo y su no entenderse; si la juventud tiene su generosidad y su utopía; si la adultez tiene su temor y su proyecto; si la madurez tiene su reflexión y su miedo a la soledad… ¿por qué no va a tener la vejez su arruga, su nostalgia, su sueño de pasado?
De todos modos, reconocerse viejo no tiene que significar más que eso. No hay por qué vestirse de negro. Ni abandonarse. Ni renunciar a nada. Se tienen mas años; pero con mas años se pueden tener también ilusiones, y quehaceres nuevos.
Ramón Sánchez-Ocaña