Cada año, cuando llega enero, son muchas las personas que piensan en comenzar una nueva dieta. Después de darnos el gusto de comer y beber durante la temporada festiva, es normal que queramos “volver a la normalidad”, eliminar “toxinas” o perder el exceso de peso acumulado durante las celebraciones navideñas. Debemos tener en cuenta que la media de aumento de peso en Navidad (y pre-Navidad) es de dos a cuatro kilos.
Por eso, al comienzo de un nuevo año, a menudo nos fijamos metas poco realistas y tomamos medidas extremas como, por ejemplo, seguir una dieta que implique eliminar grupos completos de alimentos, restringir en gran medida la ingesta de calorías o consumir solo líquidos durante algún día.
Por qué no es buena idea
Tal y como señalan los expertos en nutrición, las dietas no funcionan a largo plazo. De hecho, las investigaciones han demostrado que el 90% de las personas abandonan su dieta de año nuevo solo 12 días después de enero, y el 83% vuelve a ganar más peso del que perdió. Fracasamos porque los objetivos son poco realistas y nos privamos mucho más allá de lo que se puede mantener a largo plazo.
Una dieta es un plan que debe ser supervisado por las personas cualificadas para ello: nutricionistas o médicos endocrinos. Así que, si te has puesto a dieta por tu cuenta en enero, esta es otra razón más para no hacerlo. El consejo profesional es muy recomendable para perder peso de forma segura.
Pero, además, en enero estamos en el invierno más profundo y oscuro. El frío y el gris son implacables, lo que hace que necesitemos algo que nos anime. Es decir, este no es el momento adecuado para privarnos de los alimentos reconfortantes. Si el invierno normalmente trae frío, nieve, lluvia, días cortos y una sensación persistente de apatía, la dieta supondrá otra incomodad con la que tendremos que lidiar.
Un estilo de vida saludable
En cambio, ya que empezamos el año con buenos propósitos, es mucho más efectivo comprometerse con cambios pequeños y realistas en nuestro estilo de vida que podamos mantener a largo plazo y desarrollar lentamente.
La pérdida de peso a largo plazo es mucho más que lo que comemos. La nutrición, el ejercicio, el estrés y el sueño son factores que intervienen en el proceso. Aunque es posible que esta decisión implique perder peso un poco más lentamente que con una dieta, la ciencia sugiere que este tipo de pérdida de peso en realidad dura a largo plazo. Desde el punto de vista psicológico, está demostrado que cuanto más lejos se encuentre la forma de comer de los gustos y preferencias personales, mayor probabilidad de fracaso hay. A esto hay que unir el “efecto rebote” que produce la privación, por lo que debemos permitirnos comer de todo, pero de forma controlada.
Podemos darnos todo el año para perder algo de peso, conseguir un cuerpo más en forma, eliminar el consumo del alcohol, desarrollar opciones de alimentos saludables y alejarnos de los alimentos azucarados, grasos y salados altamente procesados; y hacer que estos nuevos hábitos se mantengan.
Hay una verdad incuestionable: si realmente queremos mantener un peso saludable a largo plazo, hay que incluir en la rutina diaria la actividad física, la que más nos guste (caminar es una opción perfectamente válida), pero debemos movernos más.
Lo primero es superar la cuesta de enero, que ahí está, y después emprender proyectos de vida que nos ilusionen y nos aporten felicidad. De esta forma encontraremos la motivación suficiente para cuidarnos y alcanzar nuestros objetivos.