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Descubre la proteína que desafía al Alzhéimer

La enfermedad de Alzheimer, que afecta a más de 900.000 personas en España, representa un desafío global para la comunidad científica. La investigación en este campo es un esfuerzo colaborativo que involucra a científicos, instituciones y organizaciones de todo el mundo, con el objetivo de desentrañar los mecanismos subyacentes y encontrar tratamientos eficaces. La investigación actual se centra en comprender mejor el papel de las proteínas y desarrollar terapias dirigidas.

A diferencia del envejecimiento normal, donde el cerebro experimenta una ligera reducción de volumen sin pérdida neuronal significativa, el Alzheimer se caracteriza por una degeneración neuronal extensa. Las neuronas afectadas pierden su funcionalidad, se desconectan de otras neuronas y, finalmente, mueren. Este proceso interrumpe la comunicación, el metabolismo y la reparación neuronal, procesos vitales para el funcionamiento cerebral.

Las investigaciones llevadas a cabo hasta el momento sugieren que la enfermedad del Alzheimer implica una interacción compleja entre proteínas tau y beta-amiloide anormales, junto con otros factores. La proteína tau anormal podría acumularse en regiones cerebrales clave para la memoria, mientras que la beta-amiloide se agruparía en placas entre las neuronas. Cuando los niveles de beta-amiloide alcanzan un umbral crítico, se desencadena una rápida propagación de tau por todo el cerebro, acelerando la neurodegeneración.

El papel de la beta-amiloide

Investigaciones recientes sugieren que la proteína beta-amiloide podría tener un papel más complejo de lo que se pensaba. En este sentido, un innovador estudio del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), ha identificado que la acumulación de betaamiloide puede, por sí sola, causar daño cerebral en etapas tempranas del Alzheimer, incluso sin niveles elevados de la proteína tau.

Hasta ahora, se creía que la neurodegeneración en el Alzheimer, especialmente la que afecta al lóbulo temporal medial del cerebro, una región esencial para la función de la memoria, se producía únicamente cuando estaban presentes la proteína beta amiloide y la tau. Sin embargo, este nuevo trabajo sugiere que la acumulación de la beta amiloide puede, por sí sola, desencadenar daño cerebral y pérdida de memoria en las primeras etapas, incluso sin la presencia de niveles altos de tau.

Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigadores del BBRC ha trabajado con dos cohortes independientes de personas sin deterioro cognitivo para analizar datos a través de resonancias magnéticas de alta resolución y marcadores de la enfermedad. Los resultados demuestran que la acumulación de beta-amiloide puede ser un indicador de cambios estructurales en el cerebro y un posible deterioro de la memoria antes de la aparición de síntomas evidentes.

“En los últimos años, se han aprobado los primeros medicamentos para reducir la acumulación de beta-amiloide en el cerebro de personas en las primeras fases del Alzheimer. Este avance sugiere que intervenir en etapas tempranas, antes de que aparezcan síntomas, podría ralentizar la progresión de la enfermedad. La beta amiloide parece afectar directamente el hipocampo, una región clave para la memoria, por lo que actuar de forma anticipada podría reducir significativamente los riesgos asociados al Alzheimer”, asegura el Dr. Raffaele Cacciaglia, investigador del BBRC y líder del estudio.

La interacción entre tau y beta-amiloide

Recientemente, otro estudio reveló que las proteínas tau y beta-amiloide tienen efectos negativos diferentes y sinérgicos sobre los circuitos neuronales relacionados con la memoria. El equipo de investigación coordinado por los investigadores Carles Saura y Arnaldo Parra-Damas, del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la UAB y del INc, indica que una estrategia terapéutica que aborde simultáneamente varios mecanismos fisiopatológicos, como la tau fosforilada y el beta-amiloide, podría ser más efectiva y la búsqueda de fármacos que actúen sobre estas dos proteínas a la vez, se plantea como una nueva esperanza.

Estos avances representan un paso significativo hacia diagnósticos más precisos y tratamientos más eficaces para el Alzheimer.