El síndrome del nido vacío en psicología es el conjunto de pensamientos y emociones que experimentan los padres cuando sus hijos se van de casa, es una respuesta emocional ante la ausencia del hijo adulto que abandona el hogar.
Cada persona puede vivir el síndrome del nido vacío de acuerdo con sus características de la personalidad, por lo general los padres sienten que los hijos ya no los necesitan, aparecen sentimientos de tristeza, sensación de soledad, vacío, aburrimiento, poca autorrealización, recuerdos de cuando sus hijos eran niños, o sensación de pérdida del sentido de la propia vida.
El síndrome del nido vacío no deja de ser un duelo, que incluye sus etapas de negación, ira, negociación, depresión y finalmente aceptación. Además, como esta salida hoy en día es más tardía, la independencia suele coincidir con otros cambios en la vida de los padres. Entre ellos están la jubilación, los cambios hormonales de la menopausia, o las enfermedades o muertes de los abuelos. En definitiva, es una etapa de la vida familiar y personal enfocada a superar separaciones afectivas.
Tradicionalmente, el papel de la mujer en la familia ha estado vinculado al cuidado de los hijos. Por este motivo, es esperable que la salida de los hijos del nido afecte más a la mujer o madre. Esto sigue ocurriendo en las familias con modelos tradicionales, aunque en la actualidad, los roles hombre/mujer han cambiado o están en proceso de cambio.
Síntomas
Conocer los síntomas del síndrome del nido vacío es clave para diagnosticarlo. Ahora bien, se debe tener en cuenta que es indispensable que estos aparezcan después de que los hijos abandonen el hogar. Generalmente, después de una semana o algunos meses.
El problema con el síndrome del nido vacío ocurre cuando estos síntomas se prolongan durante un tiempo considerable y comienzan a afectar negativamente a la calidad de vida de la persona que lo padece. Además, cuando los síntomas no se gestionan de forma adecuada, pueden derivar en otros problemas.
Las señales que apuntan que unos padres tienen dificultad para gestionar la marcha de sus hijos del hogar son similares a los de un proceso de duelo, entre ellos:
- Surgen emociones como la tristeza y la sensación de soledad, vacío y aburrimiento.
- Se tiene la percepción de no tener nada que hacer.
- Llegan pensamientos intrusivos a modo de recuerdos de los hijos cuando eran niños.
- Se puede tener la impresión de pérdida del sentido de la propia vida y de no tener un propósito o ilusiones.
- Surgen creencias limitantes relacionadas con que nunca se va a ser tan feliz como cuando los hijos estaban en casa.
- Pueden aparecer proyecciones somáticas, como dolor físico y problemas para dormir.
¿Cómo gestionar estas emociones?
Los padres tienen que cambiar la mirada hacia sus hijos. Tienen que aceptar que han crecido y que desean vivir de forma independiente, como ellos hicieron. La parte positiva del nido vacío es que puede resultar una oportunidad para que los padres reconecten con ellos mismos y con su pareja, al recuperar tiempo para dedicarse a sí mismos, y pierdan el miedo a estar solos. También es un buen momento para que retomen sus aficiones y planifiquen su propio tiempo libre.
El día que abandonen el hogar llegará, tarde o temprano, y ayudará mucho educar a tus hijos en la independencia, en la cultura del esfuerzo y en la supervivencia, además de prepararte a ti emocionalmente para ese acontecimiento. Si hemos hecho las cosas bien, nuestros hijos se independizan, y debemos alegrarnos de que tengan la fuerza y la autonomía para comenzar sin nosotros.
Aunque es normal que les eches de menos y que esto te produzca dolor, no quites valor a tus emociones. Puedes continuar teniendo una relación cercana con ellos, mediante visitas, llamadas, mensajes, videollamadas… Cuando un hijo se va de casa no se tiene porque perder el vínculo afectivo.
Si con el tiempo no encuentras la forma de transitar por tus emociones, acude a un profesional que te ayude a gestionar la tristeza.