En verano nuestra piel pasa largos períodos de tiempo expuesta al sol. La piel del rostro y del escote es la más fina, y en verano acostumbra a estar al descubierto. Si tenemos manchas en la piel, debemos tener máxima precaución con esta exposición, llevando a cabo una correcta fotoprotección y un seguimiento periódico por parte de un dermatólogo.
Para evitar alergias, quemaduras y posibles tumores, se recomienda usar protector solar, como mínimo de factor 30, renovarlo a lo largo de la jornada y evitar las horas centrales del día. Y no solo en días soleados, sino también en los que el cielo esté cubierto, porque las nubes solo bloquean entre un 10% y un 20% de la radiación solar. Además, el riesgo de sobreexposición al sol es mayor en estos casos porque sentimos menos calor. La recomendación es aplicar 2 mg de fotoprotector por cada centímetro de piel y los estudios señalan que aplicamos entre 0,5 y 1 mg. Además, los sombreros, las gafas, las sombrillas y las prendas solares son imprescindibles durante el verano.
En cuanto a qué momento aplicar la crema solar, según un estudio publicado en el Journal of de European Academy of Dermatology, la absorción de la radiación ultravioleta de la crema protectora es efectiva desde el momento de la aplicación, aunque no se estabiliza hasta el minuto 10.
El rostro (nariz, lóbulos de las orejas, cicatrices, contorno de labios) y escote son las áreas del cuerpo que reciben más sol de forma constante a lo largo de todo el año, de forma que debemos dedicarles cuidados especiales con una protección intensiva de forma repetida y, al caer la luz, reparación de la piel de estas zonas. Así, de vuelta a casa es importante darse una ducha templada y eliminar con jabón los restos de crema solar y aplicar una crema densa que rehidrate la piel, puesto que se evapora más agua de lo normal durante la exposición.
Autoexploración
El objetivo de la autoexploración de la piel es que conozcas sus características y, ante cualquier cambio, acudas al médico para que realice el diagnóstico y tratamiento adecuados. Los cambios pueden ser tanto la aparición de una nueva lesión (lunar, mancha, costra…) como variaciones de una ya existente en la forma, tamaño o color. Frente al espejo podemos examinar el abdomen, región pélvica y piernas, brazos y antebrazos, manos, cara y cuello, sin olvidar la parte posterior de los codos y antebrazos, axilas y debajo de las mamas. De espaldas al espejo, con la ayuda del espejo de mano, inspecciona la parte posterior del cuerpo.
No debemos olvidar ninguna parte del cuerpo: la zona genital, la planta de los pies, las uñas o el cuero cabelludo también debemos tenerlos controlados.
Tipos de manchas
Las manchas en la piel son el resultado de la diferente distribución de la melanina y las células que la producen, los melanocitos. La melanina es el pigmento que nos permite protegernos de los rayos solares; por tanto, al exponernos al sol, los melanocitos segregan más melanina. Debemos saber que las manchas que aparecen o empeoran con el sol, ante una nueva exposición se agravarán o reaparecerá el problema.
Existen diferentes tipos de manchas, como las pecas que se localizan frecuentemente en zonas fotoexpuestas, como cara, cuello y brazos en personas de piel blanca; los lentigos, que a diferencia de las pecas no cambian de color con la exposición solar; el melasma, que aparece casi exclusivamente en mujeres y que se produce en el embarazo, la toma de anticonceptivos o la menopausia; o el vitíligo, de color blanquecino y distribución simétrica con predilección por las piernas y alrededor de ojos, nariz y boca.
Los nevus o lunares, que son acumulaciones de mayor número de melanocitos y que afectan a las diferentes estructuras de la piel, deben ser controlados periódicamente por parte del dermatólogo, sobre todo los que son asimétricos, los que presentan cambios de coloración y tamaño y los que tienen una coloración no uniforme o bordes irregulares.