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Los hábitos saludables para protegerse de la gripe

Cada año, millones de personas contraen la gripe, un virus respiratorio que suele afectar entre un 5-20% de la población general, y suele producir dolor de cabeza, fiebre, malestar general y dolores musculares y articulares generalizados acompañados en mayor o menor medida de síntomas respiratorios, tales como tos, dolor de garganta y destilación nasal. Las epidemias de gripe estacional suelen ocurrir a finales de otoño e invierno, por lo que podemos preverlas y prepararnos en consecuencia desde ya mismo.

La vacunación es la manera más eficaz de protegerse contra la gripe y las complicaciones graves. Anualmente, se establecen las recomendaciones de vacunación frente a gripe para en aquellos grupos de población con mayor riesgo de complicaciones (la recomendación es para todas las personas mayores de 60 años) y en las personas que pueden transmitir la enfermedad a otras que tienen un alto riesgo de complicaciones.

Aparte de vacunarnos, las recomendaciones que aprendimos durante la pandemia de la COVID sirven también para el resto de los virus respiratorios como la gripe y el resfriado, de forma que debemos seguir unas buenas prácticas de higiene.

La gripe es contagiosa. Se propaga fácilmente en espacios llenos de gente, como transportes públicos, escuelas, residencias de ancianos y eventos públicos. Cuando una persona infectada tose o estornuda, las gotitas que contienen el virus pueden propagarse hasta un metro e infectar a otras personas que las inhalan. Una de las razones por las que las enfermedades se propagan más fácilmente en invierno es porque todos estamos dentro compartiendo el mismo aire. Por esta razón, ventilar los espacios es tan importante, abrir una ventana para dejar entrar un poco de aire fresco o salir a dar un breve paseo es muy recomendable.

Mantener nuestras manos limpias nos protege contra muchas infecciones, entre ellas la gripe. Lavarnos las manos con jabón y agua corriente regularmente o usar una solución con alcohol si no disponemos de agua y jabón deberá formar parte de nuestras rutinas.

Nuestras rutinas sí importan

Por otro lado, es importante centrarnos en mantener nuestro sistema inmunitario fuerte para combatir las enfermedades. Comer frutas ricas en vitaminas B, C y D, proteínas y minerales como el hierro, el potasio y el calcio hará que nuestro cuerpo se llene de nutrientes para encarar el otoño con toda la energía que necesitamos. Cabe hacer especial mención al ajo y a la cebolla, que tienen propiedades antivirales, antibacterianas y antiinflamatorias. Algunas investigaciones sugieren que la vitamina C puede ayudar a acortar la duración de los resfriados o incluso ayudar a prevenirlos. Las investigaciones también han demostrado que el zinc puede disminuir la duración del resfriado y la gripe. Y la vitamina D también es de gran ayuda. Por otro lado, las vitaminas B12 y B6 ayudan a reducir el estrés y la fatiga, que empeoran los síntomas de un resfriado. En caso de carencia o déficit podemos apoyarnos en complementos alimenticios.

La hidratación también es crucial cuando nuestro cuerpo está tratando de combatir un virus. Bebiendo mucha agua no sólo mantendremos el cuerpo bien hidratado, lo que siempre hay que tener en cuenta, sino que nos ayudará a eliminar toxinas.

Si estamos en una situación de estrés, seremos más susceptibles a las infecciones que causan toses, resfriados y gripes, de manera que tomarnos las cosas con calma permitirá a nuestro organismo dedicar su energía a las cosas realmente importantes.  Dormir lo suficiente y realizar ejercicio diariamente serán las otras piezas clave para que nuestro cuerpo funcione como un reloj.

En el caso en que, a pesar de todo, contraigamos la gripe es importante que interrumpamos nuestra rutina y que nos quedemos en casa, en primer lugar, para reposar y, en segundo, por si eso pudiese evitar algún contagio.