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Practica el ‘kintsukuroi’ para aprender de su filosofía restaurativa

Kintsukuroi o kintsugi es el antiguo arte japonés de recomponer lo que se ha roto. Cuando una pieza de cerámica se rompe, los maestros kintsukuroi reparan las piezas con oro, haciendo hincapié en las grietas, en lugar de ocultarlas. El resultado es una pieza reconstruida que se convierte en un símbolo de fragilidad, fortaleza y belleza. Pero su filosofía va más allá de la práctica artística, puesto que se funde con la simbología de la curación y la resiliencia. Con este arte aprendemos que las cosas son frágiles y pueden romperse, pero también pueden recomponerse y sanar.

El kintsugi se inscribe en el pensamiento japonés del wabi-sabi (wabi significa humildad ante los fenómenos naturales; y sabi lo que se experimenta frente a la labor del tiempo). El wabi-sabi invita a la contemplación, subraya el carácter irreversible del paso del tiempo y el aspecto efímero de todo, apelando a apreciar la belleza de las cosas sencillas que muestran la pátina de los años.

Así, esta técnica nos enseña a cuidar de nosotros mismos y de los demás y nos empodera desde el camino de la reparación. Nos recuerda que nuestros accidentes y heridas nos han hecho sufrir, pero también nos han permitido crecer.

Un proceso de diferentes etapas

El término kintsugi procede del japonés kin (oro) y tsugi (juntura); literalmente significa “juntura de oro”. Se trata de un proceso de reparación largo y extremadamente preciso que consta de numerosas etapas que duran varias semanas, incluso meses. La técnica consiste en unir piezas mediante laca Urushi de origen japonés (hecha de resina del árbol Urushi que solo se encuentra en Asia) y rociada con polvo de oro, plata o platino, usando un pincel de kebo o makizutsu.

Pero podemos empezar a practicar kintsukuroi en casa de forma sencilla e ir descubriendo poco a poco los secretos de su técnica. Para empezar, se reúnen los trozos de la pieza rota, se limpian y se dejan secar. A continuación, se subrayan las fisuras por medio de varias capas sucesivas de adhesivo, que se espolvorean con oro de forma que parecen un río de metal. Por último, se pule y es cuando el objeto revela todo su esplendor.

La técnica es relativamente sencilla, solo requiere de cierta precisión y detalle en los acabados. Para practicarla, necesitaremos un pincel, pegamento epoxi, masilla, polvo de oro y guantes.

Antes de empezar la práctica, debemos asegurarnos de que las piezas rotas de cerámica estén limpias y secas. Juntaremos las piezas sin apretar para saber a qué lugar pertenece cada una.

Si en nuestra grieta hay espacios vacíos, esquirlas de cerámica que se han perdido, los rellenaremos con masilla.

Para unir las piezas, lo más sencillo y efectivo es mezclar un adhesivo epoxi (uno de los pegamentos más efectivos que nos proporciona una gran rigidez y estabilidad) con polvo de oro. La mezcla se endurecerá rápidamente, así que una vez que el polvo esté lo suficientemente mezclado con el epoxi, lo aplicaremos en uno de los bordes de la pieza.

Si el borde es bastante largo, tendremos que trabajar rápidamente con suficiente epoxi para cubrir la grieta, pero no tanto como para que gotee. Deberemos trabajar una o dos piezas a la vez y mantener las piezas juntas hasta que el epoxi se endurezca, lo que puede tomar unos minutos.

Con ayuda del pincel, espolvoreamos oro sobre la grieta. No importa que quede oro por fuera, solo se conservará el oro que quede pegado al pegamento.

Finalmente, cuando todas las piezas se hayan unido, dejaremos reposar la cerámica unas 4 horas (según las instrucciones del epoxi). Una vez que se ha secado, pasaremos una bola de algodón para eliminar el exceso de polvo y revelaremos las cicatrices de oro.

El proceso tradicional es más largo y laborioso: respetar los tiempos de secado, las condiciones de humedad y luminosidad, la correcta aplicación de las lacas, así como el polvo de oro en la cantidad adecuada, son detalles que cuidar, pero una primera aproximación nos permitirá entender la filosofía que esconde el kintsugi.