Diversos responsables de comunicación que trabajamos en organizaciones dedicadas a las personas mayores nos reuníamos para proponer ideas ante la celebración del Día Internacional de las personas mayores, el pasado 1 de octubre. Celebramos que la esperanza de vida se ha incrementado de forma espectacular durante todo el siglo XX. Y también que son muchas las cuestiones que deben reivindicarse este y cada uno de los días que completan el calendario respecto al envejecimiento y a los mayores. Entre todas las propuestas coincidimos en destacar una palabra: invisibles. Las personas mayores son invisibles, y eso que la pandemia covid-19 les ha señalado con dramática crueldad. ¿Por qué pese a ocupar titulares -siempre en negativo, o si acaso tratados con infantilismo y paternalismo- nos resultan invisibles las personas mayores? ¿Por qué rechazamos la vejez?
Se nos ocurrían muchas situaciones en las que los mayores no son visibles: las consultas o los comercios donde los profesionales solo se dirigen a los acompañantes jóvenes cuando se refieren al mayor, aunque este esté presente; las ofertas laborales que excluyen a los mayores; la limitación de su capacidad para decidir en determinadas circunstancias en centros residenciales; la imposibilidad de ser atendidos en banca o en la administración por otro medio que no sea el digital; la soledad no deseada y el aislamiento por falta de un entorno accesible; el maltrato invisible a los mayores. Y en otro plano, también lo invisible de su experiencia, de su contribución social y de su heterogeneidad. Hay muchas maneras de ser mayor y de vivir la vejez, diversas circunstancias, entornos y biografías, tantas como personas. Estamos hablando de diferentes generaciones, cada vez más numerosas, en un abanico que abarca de los 60-65 años a los 100, y más allá.
La ONU nos hacía ver en octubre de 2020 que las personas mayores desempeñan múltiples roles en la sociedad, incluso como cuidadores, voluntarios y líderes comunitarios. El organismo internacional destacaba que la importante contribución de los mayores durante la pandemia, incluso como trabajadores sanitarios y cuidadores, a menudo pasa por alto y debe reconocerse.
La visión que potencia la contribución social de las personas mayores está muy arraigada en los análisis científicos y hasta cierto punto está sirviendo para la construcción de políticas públicas sobre envejecimiento en Europa (El marco de las políticas de vejez en Europa. Rodríguez-Rodríguez, V. Panorama Social. Segundo Semestre, 28. pp. 147-160.) Estas políticas abordan el envejecimiento desde una visión doble, desde esta perspectiva holística (en la que preocupa la salud, la participación, el aprendizaje a lo largo de toda la vida, tecnologías, economía plateada o ‘silver economy’) y otra visión desde la que se afronta la extensión de la vida laboral (trabajo, jubilación y pensiones). Las políticas públicas se organizan en torno a las acciones que promueven el envejecimiento activo y saludable.

Muchos países no conocen las realidades vividas por las personas mayores, tampoco disponen de una legislación adecuada que proteja sus derechos y prevenga la discriminación por edad. España y Europa llevan décadas trabajando en ello, hay avances continuos, políticas, iniciativas de envejecimiento activo y saludable; nuestro país es un modelo para otros en muchas. Sin embargo, las personas mayores aún son invisibles, hay que seguir avanzando: falta disponibilidad de datos, falta investigación social y biomédica, falta coordinación socio-sanitaria, falta aún más participación de los mayores.
Todo ello para que las políticas públicas y las privadas sean informadas y exitosas, y para desterrar estereotipos que restan dignidad y discriminan. Si avanzamos en la investigación y en la recopilación de datos, podremos constatar que el envejecimiento demográfico ha cambiado la vejez, así nos los cuentan los demógrafos: “Cada nueva generación que cumple los 65 años, con mayor proporción de supervivientes, con mejor estado de salud y mejor situación económica, con nivel de estudios más alto y con mayores potencialidades y capacidades para cumplir un papel activo y provechoso para las personas que les rodean y para el conjunto del país” (Envejecimiento demográfico y vejez en España. Pérez Díaz, J. Abellán García, A. (2018). Panorama Social. Segundo Semestre, 28. pp. 11-47).
Si, además, escuchamos a los mayores –ya hemos superado los 9 millones, lo que representa el 19,3% del total de la población-, podremos responder mejor a retos como que hacia 2050 las personas mayores casi habrán duplicado sus efectivos actuales. La población en edad laboral (16-64) y los niños (0- 15) habrán reducido su peso. La generación del baby boom iniciará su llegada a la jubilación en torno al año 2024. La presión sobre los sistemas de protección social continuará aumentando y será muy notable en la década de los 40 (Pérez Díaz, Julio; Abellán García, Antonio; Aceituno Nieto, Pilar; Ramiro Fariñas, Diego. (2020). “Un perfil de las personas mayores en España, 2020. Indicadores estadísticos básicos”. Madrid, Informes Envejecimiento en red nº 25, 39p.)
Varias investigaciones han puesto de relieve que durante la pandemia se han manifestado estereotipos y actitudes discriminatorias, especialmente en los grupos más jóvenes, en los discursos paternalistas de los políticos e incluso entre profesionales de la salud que identifican salud y vejez. Y no es trivial, estos prejuicios justifican medidas discriminatorias con efectos dramáticos (por ejemplo, que los mayores en residencias no hayan podido salir a pasear o recibir visitas).
Envejecer es una etapa natural de nuestro ciclo vital con posibilidades de desarrollo y crecimiento humano. Los mayores, o, mejor dicho, cuando los seres humanos somos mayores (todos llegamos a esa etapa de manera saludable si hay suerte y nos preparamos para ella) demostramos nuestra resiliencia (La resiliencia, el tesoro de las personas mayores. Jiménez Ambriz, María Guadalupe. Revista Española de Geriatría y Gerontología. Vol. 46. Núm. 2. p. 59-60) y que envejecer no resta felicidad ni creatividad, sino que lo hacen las circunstancias que se asocian al envejecimiento, y que podemos actuar sobre ellas.
El envejecimiento y las personas mayores son una realidad cambiante sobre la que gracias a la evolución de las poblaciones, sus sociedades e individuos, y gracias a las evidencias que aporta la ciencia surgen continuamente nuevos enfoques. Hay especialistas que ya auguran que los mayores serán los que romperán moldes en el futuro.
ISABEL FERNÁNDEZ MORALES
Periodista, responsable de contenidos de Envejecimiento en red [envejecimientoenred.es] Centro de Ciencias Humanas y Sociales. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.


