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Ada Parellada: “Los consumidores tenemos un gran poder: con lo que metemos en la cesta podemos cambiar las dinámicas del mercado”

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Hija de la Fonda Europa de Granollers, con 25 años, Ada Parellada abrió el Semproniana, un restaurante en el centro del barrio del Eixample, en Barcelona. Aparte de llevar el restaurante durante estos 30 años, ha podido desarrollar otros proyectos de restauración e impartir talleres de cocina. También ha encontrado el tiempo para publicar varios libros y ha estado muy activa en los medios de comunicación en la difusión de la alimentación saludable. Ahora también está comprometida con la lucha contra el desperdicio alimentario.

-¿Cómo te afectó el pertenecer a una saga de fondistas?

No me afectó, me benefició. Tuve el privilegio de vivir en un entorno donde se veneraba la comida, en una escuela superior del oficio de la restauración. Recuerdo que yo quería vivir en una casa normal, porque la restauración es un estilo de vida con horarios al revés que todo el mundo. Pero cuando te pones en los zapatos de una familia normal, te resulta extraño, porque ya te va bien ese oficio tan dinámico, ahorrarte el tener que pensar qué vas a hacer en San Juan porque ya sabes lo que harás todos los días de San Juan de tu vida, y entender que tu familia son los clientes y el equipo.

Ada Parellada: “Los consumidores tenemos un gran poder: con lo que metemos en la cesta podemos cambiar las dinámicas del mercado”

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Hija de la Fonda Europa de Granollers, con 25 años, Ada Parellada abrió el Semproniana, un restaurante en el centro del barrio del Eixample, en Barcelona. Aparte de llevar el restaurante durante estos 30 años, ha podido desarrollar otros proyectos de restauración e impartir talleres de cocina. También ha encontrado el tiempo para publicar varios libros y ha estado muy activa en los medios de comunicación en la difusión de la alimentación saludable. Ahora también está comprometida con la lucha contra el desperdicio alimentario.

-¿Cómo te afectó el pertenecer a una saga de fondistas?

No me afectó, me benefició. Tuve el privilegio de vivir en un entorno donde se veneraba la comida, en una escuela superior del oficio de la restauración. Recuerdo que yo quería vivir en una casa normal, porque la restauración es un estilo de vida con horarios al revés que todo el mundo. Pero cuando te pones en los zapatos de una familia normal, te resulta extraño, porque ya te va bien ese oficio tan dinámico, ahorrarte el tener que pensar qué vas a hacer en San Juan porque ya sabes lo que harás todos los días de San Juan de tu vida, y entender que tu familia son los clientes y el equipo.